LAS PALABRAS Y LAS COSAS

Tuve una imagen que se cruzó por mi cabeza. Fue momentáneo, pudieron ser milésimas de segundos. Fue la imagen gráfica más hermosa jamás vista por mis lentes. Estaba sentado en la plaza, llovía a cántaros y me reposé sobre una especie de estatua en forma de jinete que me servía como techo. Cuando la vi. Un deleite para mi córnea. Podría decirse que tal vez fue un efecto luminoso, no lo sé, pero poseía una belleza y una sutileza tal, que inmediatamente los pelos de mi cuerpo se pusieron de punta. Quise compartir esta exaltación con alguien, que no mueriera en mí. Fui a donde vivo. Pude observar a Rubén en el patio de la entrada y me acerqué a contarle. Mientras tomaba mate, me miraba como se mira a un loco que deambula gritando por la calle, con los ojos algo abiertos. Yo hacía gestos con ambas manos, él realmente no entendía nada, estaba completamente perdido. Me preguntaba: «¿Qué viste, exactamente?». Pero me fue imposible explicarlo. Era algo raro, confuso y desconocido. Tenía una forma que no podía imitar. Su color, ignorado por mis pupilas, era hipnotizante. Ante la negativa busqué a Raquel, la esposa de Rubén, que estaba en el fondo, cocinando empanadas. Otra vez tropezaba con la idea de explicarlo. No podía transmitirlo. No podía comunicarlo. Cada vez que buscaba palabras en mi nido de pensamientos colisionaba contra un muro. Me quedaba balbuceando frases incompletas frente a la expectativa de mis receptores. Porque cada vez que intentaba decirlo, se disolvía en el aire. Ya no era la misma imagen, se deformaba y perdía la totalidad de su esencia.


Rápidamente se acercaron Luis y Josefina para compartir la odisea, más tarde Hugo y sus hijas, que correteaban por todo el lugar. Ellos perdían la paciencia; pero yo también. Me envolvía en impotencia. Tenía miedo de que al pasar el tiempo y recordarlo, lo encasille en algo viejo y conocido y deje de ser lo que es. Alfonso, desde el balcón, me nombraba una lista de figuras conocidas, como si la razón simplemente fuese que mi memoria me engañara y hubiera olvidado la palabra precisa; pero no era así, sino que no podía expresarlo. Nuestro pequeño conventillo se relucía en revueltas, discusiones y alaridos. Palabras volaban de un lado al otro como flechas. La mesa estaba repleta de excéntricos y vivaces dibujos. Todos querían descifrarlo. Algunos estaban inquietos e inventaron historias de que yo había estado fumando algo raro, nada más errado. Quisiera poder decirles más a ustedes, pero es lo que hay. Me siento completamente limitado por el lenguaje y los conceptos.
Hoy vi aquella pomposa silueta de nuevo.

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